De la peligrosidad de los isótopos.
Entonces, ¿cómo son de peligrosas esas sustancias de las que hemos oído hablar recientemente? Bueno, veámoslo. En primer lugar, hay que recordar una cosa: un radioisótopo o es muy radioactivo o es muy duradero en su peligrosidad radiológica, pero ambas cosas no puede ser. La razón es sencilla: si emite mucha energía, también la pierde muy deprisa. Si emite poca, dura mucho pero irradia poco.
Los sospechosos habituales en caso de accidente nuclear son los mencionados más arriba y especialmente el yodo-131, el cesio-137, el estroncio-90 y el tecnecio-99. Los que se escapan más fácilmente son los dos primeros, porque dentro del reactor permanecen en estado gaseoso y salen al exterior con la primera fisura de la vasija. El estroncio y el tecnecio, en cambio, tienen un punto de ebullición mucho más alto y se mantienen en estado sólido, con lo que sólo pueden escapar en cantidades significativas si la vasija ha reventado. Por el momento, en Fukushima no se está detectando estroncio y tecnecio fuera de la instalación, pero sí yodo y cesio. Eso significaría que las vasijas afectadas mantienen su integridad general, aunque con grietas.
El yodo-131 (131I) tiene una semivida cortita, de 8,02 días. Esto de la semivida o periodo de semidesintegración es el tiempo que tarda en decaer la primera mitad de los radionúclidos presentes. Es decir, que a los 8,02 días queda el 50%, a los 16,04 el 25%, a los 24,06 el 12,5% y así sucesivamente. Normalmente se ve expresado como vida media, aunque decirlo así no sea exacto. Al grano. El yodo-131 tiende a acumularse en la glándula tiroides y no se elimina bien biológicamente. Sin embargo, esa semivida tan corta significa que se elimina a sí mismo rápidamente. Si no se producen nuevas emisiones y absorciones, en 80 días quedará menos del uno por mil.
El cesio es un metal dúctil que funde a 28,4 ºC. Su isótopo radioactivo cesio-137 es uno de los subproductos característicos de la fisión y uno de los «sospechosos habituales» en los accidentes o explosiones nucleares. Suele permanecer en estado gaseoso dentro de los reactores, por lo que escapa con las primeras grietas.
El yodo-131 emite radiación beta y gamma para transmutar en xenón-131, que es estable. La emisión primaria son rayos gamma de 364 kiloelectronvoltios y partículas beta de 190, con un máximo de 606. Ha sido vinculado con el cáncer tiroideo, especialmente en la infancia y adolescencia. La vía de entrada al organismo es típicamente mediante la alimentación, sobre todo con el consumo de leche y verduras contaminadas.
El cesio-137 (137Cs) tiene una semivida mucho más larga, de 30,17 años. Es decir, que le cuesta mucho más tiempo desaparecer del medio ambiente. En el 94,6% de las ocasiones, su cadena de desintegración consta de dos pasos. El primero es una partícula beta de 512 kiloelectronvoltios que lo transforma en bario-137m. Esta “m” del final significa que ese bario es un isómero metaestable, o sea que está excitado. Para relajarse, necesita emitir radiación gamma y eso es lo que hace exactamente a continuación: radia un rayo gamma de 662 kiloelectronvoltios y se estabiliza como bario-137 normal.
El cesio-137 no se da en la naturaleza: sólo apareció en la Tierra tras las primeras explosiones nucleares humanas. De hecho, a veces se usa para comprobar si un objeto es anterior a 1945. Se da la circunstancia de que es muy soluble en agua y los seres vivos tenemos mucha agua. A diferencia del yodo-131, no tiende a acumularse en un punto del organismo en particular, sino que se distribuye por todas partes; más en los músculos y menos en los huesos. Fue el agente del accidente de Goiânia en Brasil y el incidente de Acerinox en Cádiz. El cesio-137 entra en el organismo a través del agua, los alimentos y también por inhalación, típicamente al caminar sobre suelo contaminado levantando polvo o manipular objetos contaminados y luego acercarse las manos a la cara. Tiene una semivida biológica de 64 a 110 días; este es el tiempo que el cuerpo necesita para eliminar la mitad por vías naturales. Su comportamiento bioquímico es parecido al del potasio.
Las dosis bajas de cesio-137 no se han vinculado a ninguna patología en particular. De los experimentos realizados con animales en el pasado y tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki se sabe que a dosis superiores incrementa la mortalidad general y tiene efectos teratogénicos sobre la descendencia. Sin embargo, parece que hacen falta dosis ya en el rango de los efectos no-estocásticos para que estos efectos estocásticos se manifiesten también.
El estroncio-90 (90Sr) no ha sido detectado en Fukushima. Es un emisor beta puro y su cadena de desintegración tiene dos pasos: el primero lo convierte en itrio-90 inestable y el segundo en zirconio-90, ya estable. Su semivida asciende a 28,8 años. El estroncio-90 es un “buscahuesos” que se comporta bioquímicamente de manera muy parecida al calcio y por tanto se acumula en los huesos y la médula ósea. Ha sido vinculado con el cáncer óseo, el cáncer de médula ósea, la leucemia y tumores en órganos próximos, pero sólo hay pruebas suficientes de su capacidad para causar estas enfermedades en animales.
El estroncio es un metal alcalino con puntos de fusión y ebullición bastante elevados. Por ello, suele permanecer en estado sólido y sólo escapa de modo significativo al medio ambiente cuando la contención radiológica ha resultado severamente comprometida durante un accidente nuclear, en forma de isótopo estroncio-90.
Se han detectado minúsculas cantidades de tecnecio-99m (99mTc) en el agua presente en el interior de la central nuclear de Fukushima I, pero por el momento no en el exterior de la instalación. El tecnecio-99m es otro de estos isótopos metaestables excitados que emiten radiación gamma para tranquilizarse. Tiene una semivida de seis horas y decae rápidamente a tecnecio-99. Este tecnecio-99 tiene una semivida de 211.000 años y es un emisor beta muy suave y lento que va transmutando en rutenio-99. En el agua del interior de Fukushima se han encontrado también cantidades significativas de cloro-38, un emisor beta con una semivida de 37 minutos que decae en argón-38 estable; y cerio-144, emisor alfa y beta con semivida de 285 días que decae finalmente (vía praseodimio-144 y neodimio-144) en cerio-140 estable.
Naturalmente, si cualquiera de ellos o una combinación de los mismos llega a provocar absorciones superiores al sievert, pues entonces empezamos a freírnos radiológicamente de manera muy no-estocástica. Esto es, que nos vamos a la parte de las quemaduras por radiación, el síndrome radioactivo agudo, el muerto que anda y el ataúd de plomo en cripta de hormigón. Por otra parte, la ley CERCLA de los Estados Unidos considera todos los radionúclidos como inherentemente cancerígenos. Son muy conocidos los problemas de salud provocados por el Thorotrast (dióxido de torio) o el Radithor (radio), los sufridos por las chicas del radio o por supuesto los padecidos por las víctimas de la larga lista de accidentes radiológicos y nucleares que en el mundo han sido. El último ocurrido en España, el de la unidad de radioterapia del Clínico de Zaragoza en 1990, se cargó al menos a once personas. La radioactividad es peligrosa. Pero por debajo del sievert y sobre todo por debajo del medio sievert, los efectos son fundamentalmente estocásticos y nadie sabe cómo son de peligrosos realmente en el medio y largo plazo.
La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), dependiente de la Organización Mundial de la Salud, incluye numerosas fuentes radiológicas en el grupo 1 de su clasificación (que viene a querer decir “agentes definitivamente carcinógenos para los seres humanos”). Entre estas se encuentran, al mismo nivel que los asbestos, los arsénicos, los bencenos o fumar tabaco, las siguientes:
•La radiación neutrónica en todas sus formas.
•La radiación X y gamma en todas sus formas.
•Los radionúclidos emisores de radiación alfa y beta depositados en el interior del organismo.
•El plutonio.
•Los radioyodos, incluyendo el yodo-131.
•El radio (-224, -226 y -228) y los productos de su cadena de desintegración.
•El radón-222 y los productos de su cadena de desintegración.
•El torio-232 y los productos de su cadena de desintegración.
•El fósforo-32, como fosfato.
•En general, todas las radiaciones ionizantes.
Todos estos productos pueden considerarse, pues, como definitivamente peligrosos para la salud humana. Adicionalmente, los rayos X (radiación gamma de baja energía) fueron el primer mutágeno y genotóxico conocido. En general, se considera a las radiaciones ionizantes teratogénicas en diversos grados.
Pero que sean peligrosos no quiere decir que salten a por tu cuello si pasas al lado, ni que te vayan a matar con toda seguridad a partir del mismo instante en que entras en contacto con alguno. Se parece mucho al riesgo de fumar. Depende de lo que fumes, cuánto fumes y durante cuánto tiempo. No corre el mismo riesgo una persona que aspiró humo de cigarrillos años atrás, cuando salía de fiesta, que quien lleva treinta años atizándose tres paquetes de desemboquillados diarios. Tipo de exposición, dosis, tiempo de exposición: esas son las claves.
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